Desistir es una decisión permanente para un problema temporal, que aplica para todas las áreas de nuestra vida. ¿Cuántas victorias las perdemos incluso antes de pelearlas porque nos rendimos? ¿Nos preguntamos cuántas veces más necesitamos fracasar? Pensamos que fracasamos, pero en realidad nos rendimos.
Dejamos de insistir realmente, decimos que no damos más, que dimos todo y que ya no tenemos más nada que dar… nos preguntamos: ¿se burlarán de mi? ¿Me lastimarán? ¿Espere poco? ¿Pude hacer más? ¿Qué dice la gente?
A veces por esperar lo mejor abandonamos lo que tenemos hoy, que es el proceso, el aprendizaje, la experiencia y el tiempo. Esperamos que esté todo perfecto para accionar, pero en realidad nosotros debemos ser perfectos para insistir. Sabemos que la disciplina siempre vence la inteligencia. Debemos maximizar nuestro esfuerzo, saber qué batallas vamos a pelear y cuáles no, pero no dejar de insistir, persistir e intentar con objetivo en la mira.
Gastar energía en batallas que no eran las adecuadas empeoran las ganas de tirar la toalla, ¿somos de aquellos que no pueden terminar de leer un libro porque se aburren, que abandonan un empleo cuando empieza el viento en contra, que rompen relaciones afectivas ante la primera crisis? ¿Culpamos al jefe o compañero de trabajo que me toco? Es decir, si el objetivo de mi vida es ser el mejor en lo que hago, todas las acciones que decido hacer en el día deben acercarme a ese objetivo sea contribuyendo a mi carácter, a mis habilidades, a mejorar mi salud, asociarme con personas claves, cuidar a mi familia o a adquirir un conocimiento nuevo.
A veces le otorgamos un valor desmedido a soltar, a decir que la opción más inteligente es no caer en la obstinación, por eso es importante preguntarnos ¿qué es lo mejor qué podría pasar? ¿Qué es lo peor que podría pasar? Si las respuestas positivas me llenan de emoción y satisfacción entonces ese el camino para que la angustia y culpa se vayan porque quise desistir…
Diseño por Beamuc Creative